¡Ballenas a babor!
por Marc Ripol
Publicado en el dominical del
diario Avui del 27/4/97
Traducido por Miquel Pontes

l turismo de aventura es la última moda en viajes, pero bañarse en el
Mediterráneo acompañado por un rorcual común de 20 metros es alguna cosa mas que una
simple aventura. "Puentings" y "raftings" se quedan como un juego de
niños junto al "balening"
¿Ballenas al norte de Córcega? Sí, claro, y
tiburones en la piscina municipal. Comentarios de este tipo són los que uno puede recibir
si comenta que ha estado bañándose en el Mediterráneo en compañia de una pareja de
rorcuales comunes. Pues sí, resulta que en nuestro mar tenemos una población aproximada
de cuatro mil ballenas, que han sido vistas en el mar de Ligúria -al norte de Córcega- y
en el golfo del León.

El Rafael Verdera, el
velero español más veterano en activo
La iniciativa de organizar chárters durante el
verano para ir a la búsqueda de ballenas surgió de Mikel Arizmendi, un vasco establecido
en Palma de Mallorca que, después de escuchar diversos comentarios de navegantes que
volvían de aquellas zonas afirmando que habian visto ballenas, decidió comprobarlo
personalmente y organizó un chárter a bordo de su viejo velero, el Rafael Verdera,
con la esperanza de localizar los grandes rorcuales.
El barco es un bello paquebote ibizenco de 30
metros, aparejado con velas latinas y construido en 1841, fecha que le convierte en la
embarcación más veterana en activo de toda la flota española. Después de tres veranos
de experiencia, desde el barco no sólo se ha visto un buen número de ballenas, sinó
que, en algunas ocasiones, éstas permitieron que el velero se acercase a escasos metros,
e incluso que los audaces marineros se bañasen a su lado. Actualmente, son diversos los
navíos que zarpan cada verano con el mismo objetivo.
En el Rafael Verdera, tanto las tareas propias de la
navegación -a vela siempre que el viento lo permita- como las de avistamiento e
identificación de cetáceos se realizan con la participación de todos los pasajeros.
De esta manera, cuando uno no está subido al
mástil, escudriñando el horizonte en busca de ballenas, ayuda en la cocina a preparar la
comida, rellena las fichas de identificación de cetáceos, echa una mano al marinero para
hizar las velas, lava los platos del desayuno o se entretiene con el capitán buscando la
situación del velero en la carta para calcular los rumbos y las millas que faltan por
navegar. Las tareas de cubierta tampoco toman tanto tiempo como para no poder echar una
siesta en la red del botalón, o en las hamacas de proa, hasta que quien se encuentre de
guardia grite: "¡Otra béstia por la amura de estribor!", y se habrá
acabado la siesta.
Tanto la navegación como los avistamientos
realizados por el Rafael Verdera dan de si para todos los gustos; desde un
solitario cachalote a las bandadas de calderones o los poco frecuentes delfines de Risso (Grampus
griseus), numerosos delfines listados, tintoreras o algunos grandes delfines mulares
(Tursiops truncatus).
¡Ballena a la vista!
Una vez localizado el cetáceo, el proceso de aproximación es siempre
idéntico: el velero se acerca a la ballena, que sigue su camino sin alterarse y se
sumerge tranquilamente cuando se encuentra a una distancia de unos 30 metros. Después de
una inmersión de quince minutos, vuelve a la superfície y se repite la operación de
acercamiento.
En ocasiones los enormes rorcuales no desaparecen
en las profundidades sino que juegan con el viejo velero, tal vez con curiosidad, pasando
por debajo de la quilla como si fuesen delfines. Es el momento para que los intrepidos
salten por la borda y disfruten de un baño que despues explicarán y nadie creerá; como
mínimo hasta que puedan someter a los incrédulos a la anual tortura de la proyección de
diapositivas.
De todas maneras, no hay ningún tipo de peligro:
estos cetáceos se desplazan con mucho cuidado, con una delicadeza que sorprende en un
animal que tiene el peso equivalente de cinco elefantes. Según el capitán Arizmendi, el
cual desarrolló una compleja estratégia de abordaje de estos cetáceos, "estos
animales són cuidadosos y delicados, más educados que muchos de los que van por el mar.
Cuando llegas a su altura, siempre te ceden el paso".
Las ballenas són los gigantes de nuestro planeta. El rorcual común (Balaenoptera
physalus) es el segundo en tamaño, sólo la ballena azul supera los 20 metros y 50
toneladas que alcanza de media. Se le puede reconocer por una curiosa coloración
asimétrica en la mandíbula, mientras que el lado derecho es blanco, el izquierdo es
negro. Hay un gran desconocimiento sobre las rutas que siguen los ejemplares del
Mediterráneo, que sólo se avistan en verano y en la zona noroccidental.
Durante largo tiempo los rorcuales no fueron
molestados por los balleneros, debido al respeto que imponía su enorme tamaño y de las
velocidades a que se podían desplazar. Su tranquilidad se acabó en 1876, con la
invención del arpón explosivo, y, como el resto de las especies de ballenas, estuvo a
punto de extinguirse. Afortunadamente, la protección de los cetáceos es tal vez la
única cosa en que se han puesto de acuerdo casi todos los países del mundo, con la
excepción de Japón y Noruega. En la actualidad se observa un tímido incremento de la
población, si bien parece improbable que nunca se recupere hasta los niveles que había
en el siglo XIX.
Informaciones de utilidad
CÓMO Y CUÁNDO PODEMOS IR:
La única época en que hay grandes posibilidades
de encontrar rorcuales es durante los meses de verano. Actualmente hay dos barcos que
zarpan cada verano a la búsqueda de rorcuales: el Rafael Verdera y el Sir
Robert Baden Powell.
QUÉ HAY QUE LLEVAR:
Todo lo que uno llevaría a la playa (bañador,
crema de protección solar, máscara de buceo, aletas...) además de una chaqueta ligera o
un impermeable para las noches en alta mar. Una cámara fotográfica submarina, aunque sea
de las de usar y tirar será muy útil si tenemos la suerte de bañarnos con las ballenas.
Una caja de pastillas para el mareo será recomendable para aquellos que no estén
acostumbrados a navegar.
REQUISITOS:
Estar dispuesto a colaborar en las
tareas de a bordo y tener presente que el objetivo es el avistamiento de cetáceos, aunque
también haya tiempo para visitar poblaciones costeras y pasar unos días en la playa.
Articulo sobre un viaje de avistamiento de
cetáceos
por Josep Mª Dacosta

© Texto y fotos: Marc Ripol
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