LAS "ILLES
COLUMBRETES"
por Miquel Pontes
Este artículo
trata de un lugar de inmersión que si bien no es tan exótico como los mares tropicales,
sí está más al alcance de todos |
EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS
COLUMBRETES
as islas Columbretes son uno de los
archipiélagos de mayor interés ecológico del mar Mediterráneo. Están formadas por
cuatro grupos de escollos e islotes, a los cuales les da nombre el mayor de cada uno.
Las islas son de origen volcánico, lo que se observa fácilmente al llegar a ellas, pues
se ve claramente que están formadas con los restos de cráteres, conservando en parte la
forma de cono.
Estas islas se hallan situadas a unas 30 millas náuticas frente a la costa de Castellón.
Su extensión es de unas 19 hectáreas, si bien la mayor superficie de todas las islas
corresponde a las 14 hectáreas de la Illa Grossa, que es la única isla habitada. Las
otras islas son la Ferrera, la Foradada i el Carallot.
El archipiélago está asentado sobre un fondo de 80 metros de profundidad, lo cual
permite una gran variedad de vida al ser el único refugio natural de la zona para los
peces que allí habitan. Además, al ser Reserva Marina, las actividades del hombre están
limitadas, lo que permite la preservación del medio.
El nombre de Columbretes deriva del latín Columbraria, nombre con que los
primeros navegantes de estas aguas conocían estas islas, debido principalmente a la
abundancia de serpientes que encontraron en ellas.
Estas islas fueron visitadas sólo por pescadores y piratas hasta mediados del siglo XIX
en el que, con la construcción del faro se inició la colonización de las islas, que
duró un siglo aproximadamente.
La vida en las islas es dura, pues el medio terrestre es muy pobre, aunque el medio marino
es muy rico.
Los últimos fareros, con sus familias, abandonaron las islas en 1975, con la
construcción del faro automático, quedando las islas deshabitadas hasta la instalación
de los primeros servicios de vigilancia a cargo de la Generalitat Valenciana en 1987.
Con el abandono de las islas, éstas se utilizaron como blanco en ejercicios de bombardeo
de la marina y de la aviación, no siendo ésta la peor de las agresiones, aunque si la
más espectacular. Sí fueron muy graves los problemas causados por la pesca furtiva y
abusiva.
LA VIDA EN LAS ISLAS
Toda
la vida en las islas, dentro y fuera del agua está modelada por la acción del mar. La
forma de las islas revela este hecho, en la isla Grossa, la caldera del volcán está
abierta al Este, debido a la acción de los temporales y la erosión, esto hace que sea de
poca protección con el mar revuelto, pero facilita el único buen sitio para fondear.
La vegetación de las islas también refleja la acción del mar, cerca del agua tan sólo
crecen el hinojo marino (Chrithmum maritimum) y la zanahoria marina (Daucus
gingidium). En las partes altas de las islas encontramos la sosa fina (Suaeda
vera) o el mastuerzo marino (Lobularia marina columbretensis). Como hay poco
suelo, las plantas aprovechan la fertilización producida por las aves marinas, el intenso
sol y la ausencia de herbívoros, floreciendo en primavera de forma espectacular con las
primeras lluvias, y agostándose cuando llega el calor.
La fauna está representada principalmente
por las aves, algunas de las cuales viven en importantes colonias, como la Gaviota de
Audouin (Larus audouinii), la pardela ceniciente (Calonectris diomedea)
el halcón de Eleonor (Falco eleonorae) y el cormorán moñudo (Phalacrocorax
aristotelis). Todas estas especies hacen sus nidos exclusivamente en estas islas. Al
estar casi aisladas de la acción del hombre, son muy importantes en el trayecto de muchas
aves migratorias.
También hacen que las especies terrestres acaben siendo, gracias al paso del tiempo y a
la evolución, endémicas de estas islas. Destacan 10 especies endémicas de escarabajos
no voladores, y cuatro especies diferentes de lagartija (Podarcis hispanica atrata),
cada una endémica de un islote.
Debajo del agua tenemos oportunidad de ver mucha vida, dado que el complicado relieve
submarino, lleno de bancos de arena, escollos y grutas, es refugio para innumerables
peces, generalmente de especies sobreexplotadas por la pesca en nuestro mar. Destacan el
coral rojo (Corallium rubrum) y el alga Laminaria rodriguezii,
descubierta por el botánico menorquín Joan-Joaquim Rodríguez Femenías, y que es una
especie endémica del Mediterráneo, no se encuentra en ningún otro lugar del mundo.
También hay abundancia de meros (Epinephelus marginatus) y corvinas (Sciaena
umbra).
LA ORGANIZACIÓN
El
viaje se organizó en el club ACUSUB a principios de Julio de 1994. Nueve compañeros
tuvimos que facilitar nuestra documentación para que la Comandancia de Marina nos
autorizase las inmersiones en el Parque Marino. Se contactó con Vicenç Argilés de
Castellón, el cual nos proporcionaba el barco para efectuar el viaje. Dicho barco es una
lancha rápida, de unos 8-9 metros de eslora, que puede desarrollar más de 15 nudos en
alta mar, con lo que el viaje viene a durar algo más de una hora y media.
Se nos concertó una visita a las islas, se subió a bordo un compresor para rellenar las
botellas entre inmersiones, y se nos filmó en vídeo. Todo ello por un módico precio.
EL VIAJE
Llegado el día salimos del "Grao"
(puerto) de Castellón, despues de trasladar nuestro voluminoso equipo a la lancha. A las
9 de la mañana, bajo un día perfecto, poníamos rumbo a nuestro objetivo. El ambiente,
que ya era optimista, fué animandose según nos ibamos acercando a las islas, pues ya
estaban al alcance de la mano.
Algunos del grupo ya habían intentado llegar otras veces a las Columbretes. Esto es más
dificil de lo que parece, pues el tiempo no siempre acompaña y debido a la situación de
las islas, que están muy expuestas a mar abierto, no hay refugio posible. La lancha
avanzaba sobre las olas a toda máquina, lo que de por sí era toda una experiencia. Nada
podía fallar ya. Apenas habíamos avistado las Columbretes en el brumoso horizonte
(debíamos estar a unas 8-9 millas), cuando el patrón detuvo los motores.
Uno de los dos motores se había sobrecalentado pues uno de los conductos de
refrigeración se había roto. No había forma de repararlo en alta mar así que, con la
moral baja, volvimos a puerto con el otro motor. Las noticias de los mecánicos eran
malas, tardarían unos dos días en reparar el motor ¡a partir del lunes!.
Nuestro gozo en un pozo. Para levantarnos un poco la moral, y ya que no teníamos nada
mejor que hacer, nos tomamos una buena paella en Castellón. Decidimos quedarnos en
Castellón e intentar de nuevo la aventura al día siguiente, lo cual fué posible
únicamente gracias a los esfuerzos de Vicenç Argilés, el patrón de nuestro barco, que
buscó por el puerto otra embarcación que nos pudiera llevar.
Efectivamente encontró una embarcación, el catamarán Alborea, que por
un módico precio (Vicenç se encargó de todo), nos llevaría a las ansiadas Columbretes.
Al día siguiente abordamos el Alborea e instalamos el equipo en cubierta. Este barco,
mucho mayor que el otro, era más cómodo y más rápido, así que emprendimos ilusionados
de nuevo nuestra travesía.
LA INMERSIÓN
Por fín llegamos, también con un tiempo espléndido, a nuestro
destino. Parecía que esta vez la suerte nos acompañaba. Entramos primero en el
fondeadero de la Illa Grossa, que no es otra cosa que el cráter de un volcán. El
espectáculo es increíble, la roca de color anaranjado, rojo, negro y todas las gamas de
marrón, aparece torturada por los temporales.
Multitud de aves, destacando los cormoranes (Phalacrocorax aristotelis) y las
gaviotas (Larus audouinii), revoloteaban por todas partes. El faro automático
aparece en el punto más alto de la isla, a unos 60-70 metros de altura.
De inmediato vino una lancha rápida tipo Zodiac con funcionarios de la Generalitat
Valenciana para comprobar nuestros nombres con los de una lista que les habían hecho
llegar previamente de la Comandancia de Marina. Era importante llevar el DNI. Estos
funcionarios (no os los imaginéis de traje y corbata) son biólogos que estudian el
entorno, en turnos rotativos de 15 días, y que se toman muy en serio la tarea de evitar
la degradación de este medio único tan frágil.
Una vez cumplidas las formalidades, procedimos a efectuar la primera inmersión. Los que
ya habían intentado llegar a las Columbretes otras veces veían por fin realizado su
sueño. El agua era cálida para los estándares mediterráneos, veinte y algunos grados y
con una visibilidad buena, de unos 15-20 metros, que cerca de la costa cuesta mucho
conseguir.
Esta primera inmersión la realizamos partiendo de un extremo del cráter de la Illa
Grossa, rodeando un gran peñasco de color negro que se llama "el Mascarat". La
zona interior del cráter está constituida por una gran pendiente con algunas algas,
estrellas y erizos distribuidos por su superficie. Vemos también abundancia de doncellas
(Coris julis) y algún que otro mero (Epinephelus marginatus).
No fué hasta que salimos a la parte exterior que empezamos a ver vida en cantidad, dado
que el perfil del terreno era mucho más escabroso y las oportunidades de escondrijo para
los peces aumentan considerablemente.
Vimos varios meros, con su característico
camuflaje verde con manchas amarillas que, para nuestra sorpresa, no salian corriendo al
vernos aunque, se mantenían a una distancia prudencial. Todos eran bastante jóvenes y
por tanto, de pequeño tamaño. En un momento dado, los compañeros descubrieron en una
gruta un gran mero de color oscuro, era el mero más grande que había visto hasta la
fecha.
Las zonas cercanas, (a una profundidad de unos 20-25 metros) estaban llenas de algas, de
coralina (Myriapoda truncata) y en algunos agujeros coral rojo (Corallium
rubrum). Los peces que más abundaban son la doncella (Coris julis) y la
corvina (Sciaena umbra) , que nos acompañaban en las inmersiones. No quiere esto
decir que nos siguieran, sino que son omnipresentes.
Una vez finalizada la inmersión, mientras el patrón se dedicaba a recargar las botellas
con el compresor de aire que habíamos embarcado, aprovechamos para visitar la Illa
Grossa. Fuimos de la mano de una bióloga del Parque Terrestre, que depende como ya hemos
dicho, de la Generalitat Valenciana. Nos dió una serie de explicaciones acerca de la
fauna y la flora que, a grandes rasgos, hemos incluído al comienzo del relato.
Nos trasladamos a primera hora de la
tarde a la Illa Foradada, llamada así por el enorme agujero que tiene en una pared
vertical. Vemos restos de obuses incrustados en la piedra, lo que indica bien a las claras
su cometido como blanco de artilleria en el pasado. El agujero de la roca, nos indicaron,
era por causas naturales.
Despues de comer nos dimos un baño en estas cristalinas y acogedoras aguas, a pesar de
haber alguna que otra medusa flotando por ahí (uno de vosotros ya sabe por quién lo
digo...). Nos preparamos seguida- mente para la inmersión. Esta vez no ibamos con carga
completa, tan sólo 150 atmósferas, pues el compresor era pequeño.
Al principio fuimos todo el grupo junto, y llegamos a un punto entre dos escollos, a unos
20 metros de profundidad, donde tuvimos que atravesar una corriente muy fuerte. Era una
buena prueba para nuestras aptitudes, pero como había muchos buceadores experimentados en
el grupo, no hubo problemas.
A partir de entonces nos separamos. No puedo relataros lo que vieron los demás, pero si
que nuestra inmersión fue muy bonita, la fauna que observamos era similar a la de la
inmersión de la mañana, quizás no tan vistosa. Destacaría las enormes escórporas
(Scorpaena scrofa) con que nos tropezamos.
Sí fué una inmersión más dificil, pues al estar menos resguardados, más en mar
abierto, nos encontramos con bastante corriente. No pudimos aprovechar este hecho en
nuestro beneficio, pues el barco no estaba en la posición adecuada.
Al finalizar el día, con la mente aún buceando bajo el mar, iniciamos el regreso. El
barco se puso en marcha pero tenía problemas para alcanzar su velocidad de crucero. Todos
pensamos en el día anterior. El patrón abrió la tapa de un motor y, cual no sería
nuestra sorpresa, estaba lleno de agua hasta arriba, lo extraño era que hubiera
funcionado hasta ese momento.
Se procedió a vaciarlo de agua con una pequeña bomba electrica, pero el motor se negó a
funcionar pues debía tener alguna otra averia. Así pues el viaje de vuelta fué más
largo de lo esperado, ya que volvimos con un solo motor, aunque realmente no hubo más
problemas.
Considero que la inmersión en las Columbretes es de las mejores que se puede hacer en el
Mediterráneo Occidental, pues la calidad y claridad del agua, así como la abundancia de
vida son increíbles. Los animales no tienen miedo de nosotros pues hace mucho tiempo que
nadie los caza.
Su confianza nos da un poco de esperanza, quizás no hayamos perdido todavía nuestro mar.
Artículo: Columbretes: paraíso de
submarinistas,infierno de fareros.
Para más información, visita http://www.columbretes.com
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