El regreso de la
foca monje
Por José Barrera
Artiles

a
Isla de Lobos, en Fuerteventura, tiene el origen de su nombre en que
alguna vez, hace años, era frecuentemente visitada por lobos de mar. Sin
embargo, esta nominación sería más correcta si se le denominara Isla de
la Foca Monje, la especie en peligro de extinción en la que científicos
de varios países tienen centrada su atención para recuperar colonias que
permitan la pervivencia de la especie. Por el momento, su área de
distribución está en el Mediterráneo oriental, en países como Grecia,
en la costa mediterránea de Marruecos y Argelia, y en las costas
atlánticas del Sáhara occidental, donde se conserva el mayor núcleo,
así como en el archipiélago de Desertas, en Madeira. Licenciados en
Ciencias del Mar de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y
miembros de Ascan, entre otros grupos científicos han comprometido sus
estudios en lograr que la Isla de Lobos sea de nuevo el lugar de
alojamiento de la foca monje.
Según los estudios hasta ahora
realizados, debido a su tendencia regresiva tanto en número como en área
ocupada, la especie podría extinguirse en breve tiempo, por lo que se ha
propuesto para evitarlo, la creación de una población experimental en un
lugar perteneciente a su antigua área de distribución, y situado a medio
camino de dos de las colonias existentes. Para ello, la población de Cabo
Blanco, en Mauritania, tendría que ceder unos ejemplares que no fueran
esenciales para la continuidad de la misma.
Atendiendo a las recomendaciones de la
Reintroductions Specialist Group, para acometer un plan de reintroducción
debe cumplirse una serie de condiciones que va desde la existencia de
evidencia histórica de la presencia de la especie, conocer las causas de
su extinción, corregir aquellas, tener un hábitat adecuado en la
actualidad, tener una población con posibilidades de donación cercana
geográfica y genéticamente, no comprometer a la población donante y
tener medios logísticos, financieros y apoyo local.
La Isla de Lobos se halla en medio
geográficamente de ambas colonias, periódicamente se observan ejemplares
divagantes en las Islas Canarias Orientales, existe evidencia histórica
de la presencia de la especie, se conocen las causas de su extinción (la
persecución humana para el aprovechamiento de su grasa y su piel) y han
sido corregidas, existe hábitat adecuado en cantidad, puesto que más de
la mitad de la costa de las islas de Lanzarote y Fuerteventura se hallan
dentro de un Espacio Natural Protegido y los estudios biológicos
confirman la extraordinaria riqueza del entorno submarino de la isla para
prever que la especie se adapte al medio, y existe cerca la población de
Cabo Blanco con posibilidades de donación.
El parque Doramas, cuando era zoológico,
tuvo durante años una foca monje entre sus animales, donada al centro por
el comandante Cousteau, que trabajaba entonces en las costas saharianas.
El comandante había pedido permiso para llevar un ejemplar de foca monje
a Marsella, y la condición impuesta para permitírsele capturar un
ejemplar fue que se hiciera con dos, y cediera una de ellas al zoológico
de Las Palmas de Gran Canaria, que tuvo en Sofía, como se le llamó, a
uno de sus más carismáticos animales durante una veintena de años.
Otra especie a reintroducir en las islas
es la tortuga laúd, un animal del que se tienen referencias
fundamentalmente por pescadores, de su presencia en las islas orientales
como consecuencia directa de la distribución de las playas de arena del
Archipiélago. Las playas elegidas por las tortugas laúd son aquellas en
las que existen cincuenta metros de profundidad a menos de 2.000 metros de
la costa y están libres de accidentes rocosos que podrían dañar al
animal al salir del mar. En un estudio realizado por la Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria y dirigido por Luis Felipe López Jurado, se
aconseja hacer un seguimiento de al menos tres años en la isla de
Fuerteventura.
Este verano está previsto que se
trasladen huevos traídos de otra colonia a punto de eclosionar, para que
nazcan en las playas majoreras. Según se prevé, las tortugas vuelven a
criar a la playa donde nacieron, con lo que se lograría un ciclo que
permitiría la constante visita de estos ejemplares al Archipiélago. Los
planes futuros caminan en el sentido que, de ser así, en los próximos
veranos serían mil huevos por año los que se traerían para que se
abrieran en las costas canarias, quedando la especie reintroducida.

© José Barrera Artiles
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