M@re Nostrum

La foca monje,
un futuro incierto
Por Carlota Boada
Traducido por Miquel Pontes

Publicado el sábado 15/11/97 en la sección de
Ciencia y medio ambiente del diario Avui
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a foca monje es una de las diez especies más amenazadas del planeta. Una epidemia ha reducido este verano a menos de la mitad la colonia más importante, en la costa de Mauritania.

Cuando en 1992 un equipo de biólogos españoles localizó la colonia de focas monje (Monachus monachus) más numerosa en el litoral atlántico descubierta hasta entonces, se halló a la vez la posibilidad de supervivencia para esta foca, que tiene el desgraciado honor de constar en la lista de las diez especies más amenazadas del planeta.

El descubrimiento dió origen a un proyecto dirigido a averiguar la forma de evitar la extinción de la única foca del Mediterráneo. Pero este verano una grave epidemia ha precipitado la especie a un futuro aún más incierto. Los científicos trabajan ahora, contra reloj, para salvar a la foca monje de una extinción segura.

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Una foca monje (Monachus monachus)
en estado salvaje
Foto: Antoni Font

En marzo de 1993 una expedición de la Asociación para el Estudio y Conservación de la Foca Monje (ISIFER), con la colaboración de las autoridades mauritanas, descubrió una colonia de unos 300 individuos en el litoral atlántico, en Cabo Blanco, situado en el antiguo Sáhara Español.

Hasta ahora la población mundial de este mamífero se reducía a unas decenas en el Mar Negro, entre 100 y 150 en islas turcas y griegas y unas 15 en Madeira. Según Àlex Aguilar, profesor titular de biología animal de la Universitat de Barcelona y miembro del proyecto, "ninguna de estas poblaciones tiene, en principio, capacidad para recuperarse, ya que están demasiado fraccionadas".

En el Norte de África la situación resultó esperanzadora. Paradójicamente, la guerra entre Marruecos y el Frente Polisario por la soberanía de la antigua colonia española del Sáhara y la inaccesibilidad del lugar convirtieron la colonia de Cabo Blanco en un santuario para esta especie.

Hace tres años comenzó un proyecto, una iniciativa que engloba a científicos del ISIFER, de las universidades de Barcelona y de Las Palmas de Gran Canaria, junto con la colaboración del Icona y del gobierno de Canarias. Se ha desarrollado a través de un proyecto "Life" de la UE.

"Aparte de incrementar nuestros conocimientos de la biología de una de las focas más desconocidas del mundo, el proyecto quería descubrir exactamente el número de individuos y la situación en que se encontraban. La finalidad era valorar las posibilidades de supervivencia si una parte de la población era trasladada a otro lugar", explica Aguilar. "Se trataba de producir otro núcleo poblacional, de una especie que migra muy poco de forma natural, para evitar tener la población más grande del mundo concentrada y por tanto vulnerable a cualquier catástrofe local."

La tarea de controlar los individuos no resultó nada fácil. Así como los machos adultos viven apartados de la colonia, las hembras y las crías viven en grupos distribuidos en un par de cuevas (separadas por más de un kilómetro) bajo los acantilados. Una cámara de vídeo en el techo de cada cueva permite controlar en cada momento lo que sucede dentro. Además, los individuos son fotografiados e identificados en el laboratorio mediante las marcas naturales que tienen sobre la piel. Los cachorros son más difíciles de ver, sin embargo, y no acostumbran a tener cicatrices.

Los biólogos idearon la manera de acceder, descolgándose desde la parte superior mediante un cable, superando así la accidentalidad del terreno y las minas que la guerra dejó sembradas por todos lados. Los pequeños se manipulan para ser identificados y marcados. Así se hizo el recuento de todos los individuos, en total 317, y se efectuaron estudios sobre biología, comportamiento, tasas de reproducción y variabilidad genética.

Los resultados del estudio se presentaron a finales de 1996. El comitè científico de la foca monje de la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (UICN) valoró muy positivamente las investigaciones. El comitè estava en el punto de decidir sobre el traslado de individuos a las Canarias -a Amanay (Fuerteventura) y a la isla Alegranza (Lanzarote)-, cuando una epidemia cambió la situación dràsticamente.

"El verano pasado se detectó una enfermedad que condujo a la colonia a una situación dramática. En pocas semanas más de la mitad de los individuos murieron", reconoce Aguilar. El equipo de seguimiento ha localizado hasta ahora 117 cadáveres. Todos ellos, excepto tres crías, eran adultos machos y hembras. Se tiene constancia de 80 a 120 individuo vivos. "Aún no tenemos todos los datos, porque además de la mortalidad de la propia enfermedad, los animales se vieron forzados a dispersarse, huyendo de las cuevas donde se amontonaban los cadáveres", explica Aguilar. Ahora, la epidemia ya ha pasado. El último animal muerto apareció el pasado 19 de julio de 1997. Entre agosto y septiembre los supervivientes han ido volviendo. Aún se confía en la vuelta de alguno más.

Los biólogos especulan entre diversas hipótesis, pero finalmente todo hace pensar en que la enfermedad ha sido producida por alguna toxina. "La epidemia -dice Aguilar- coincidió con un aumento de fitopláncton cargado de agentes tóxicos. Concretamente un dinoflagelado, Alexandrium minutum, que produce toxines diarreicas y parálisis nerviosa. Las focas lo habrían ingerido al introducirse en la cadena trófica a través de peces fitófagos, que al alimentarse de este fitopláncton habrían acumulado las toxinas."

Se sabe que los adultos se alejan, para buscar alimento, entre 10 y 40 km de la costa. En cambio, los jóvenes no se alejan de las cuevas y tienen una dieta diferente. "Los síntomas de las focas enfermas y el hecho que las crias no se hayan visto afectadas són las principales razones para descartar los virus como la causa de la enfermedad. Un virus actúa potencialmente en cualquier individuo, por tanto habría afectado a los cachorros a través del contacto con sus madres. És significativo que precisamente las crías, que tienen una dieta diferente de la de los adultos, hayan sobrevivido", añade Aguilar.

Los trabajos se reconducen ahora a averiguar el número exacto de supervivientes y revalorar el traslado de individuos. El comité científico de la UICN se reunirá en diciembre en Amsterdam. Según reconoce Aguilar, "será difícil decidir si hay que dejar la reducida colonia como está, vulnerable a los factores externos, o si es mejor segmentar una parte de la población y trasladarla a Canárias". En cualquier caso, la supervivencia de la foca monje, la única foca mediterránea, dependerá de esta decisión.


© Carlota Boada

 

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