Una trampa del
mar
por Cristina Cioffi


l varamiento de las ballenas piloto es un
hecho común en la naturaleza. Los especialistas coinciden en que se debe
más al comportamiento de estos animales que a su biología. Con frecuencia
se reciben noticias de que en alguna playa del planeta ha tenido lugar un
suceso de estas características, y sin embargo los científicos siguen sin
saber el por qué.
Con paciencia y minuciosidad detectivesca,
los biólogos estudian los cuerpos buscando respuestas, y elaboran teorías.
¿Por qué abandonan su hábitat, en la parte más profunda del océano, para
acercarse a la costa, donde los espera una muerte segura?
En una gris jornada patagónica de fines de
invierno, tuvo lugar un varamiento en Chubut, Argentina. Lo remoto del lugar
escamoteó la tragedia, que fue descubierta al cabo de dos meses, luego de
que un pescador informara que había avistado algunos ejemplares de ballenas
piloto sobre la playa de una isla sin nombre en la bahía Bustamante.

Miembros de la Dirección de Protección
Ambiental de la provincia fueron, intrigados, hasta el lugar y se toparon
con un kilómetro de playa cubierta por calderones muertos. Los cuerpos se
amontonaban con la trompa hacia la costa, y en algunos casos mantienen la
formación con la cual seguramente venían navegando: grandes machos ocupan la
periferia del grupo, y las hembras –muchas acompañadas por sus crías-
ubicadas en el centro.
Varios cetáceos mostraban heridas profundas
en la piel, producto del roce contra las rocas semi-sumergidas que rodean la
isla. Pero también tenían marcas dejadas por sus propios congéneres; hasta
el último momento los animales habían intentado ayudarse unos a otros para
librarse de la trampa en la que habían caído.
De haber habido seres humanos presentes en
aquellos terribles momentos, las posibilidades de actuar no hubieran sido
mayores que las imaginadas por Fabio Fraga: en un varamiento masivo en las
costas de Estados Unidos se había intentado rescatar a los delfines con
barcos; sin embargo, los animales volvieron una y otra vez a la playa,
resistiéndose a abandonar a sus compañeros varados.
Una vez en tierra, el fin de estos cetáceos
está cerca: el voluminoso cuerpo de tres toneladas, preparado para habitar
en un medio líquido, sucumbe rápidamente a la deshidratación, a la cual se
le suma el aplastamiento de los pulmones por el propio peso del animal. La
ballena se agitará dramáticamente, enérgicamente, pero eso no hará más que
acelerar el proceso: en menos de 48 horas morirá.
¿DE DÓNDE VENÍAN?
Los científicos descartan que la causa del
varamiento de Chubut fuera debida a algún tipo de contaminación, puesto que
los cuerpos no presentaban manchas de hidrocarburo.

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fotos
De vista débil, los delfines piloto
disponen de un sistema de localización por eco: hacen pasar aire por su
parte frontal, con lo que producen un ruido similar al de un globo al
desinflarse. Este sonido se filtra y concentra en el melón, un tejido
especial ubicado en la parte superior de la cabeza, desde el cual se
proyecta al exterior. Este sonido rebota en los objetos situados en el
entorno próximo de la ballena, que recibe este eco a través de la mandíbula,
que es hueca y conecta con el oído.
Pero cuando se encuentran atrapados en
aguas someras y rodeados de rocas, el sistema de ecolocalización sufre
fuertes perturbaciones. Es comprensible: en la zona en que encalló esta
manada de ballenas piloto ni siquiera funcionaria el sonar de un barco.
Por otra parte, puede suceder que algunos
miembros de la manada tengan parásitos alojados en el oído, lo cual
contribuye a que reciban distorsionados los ecos y se desorienten más
fácilmente.
El resto de la manada responde al fuerte
hábito gregario de la especie, y sigue a sus líderes hasta protagonizar el
varamiento masivo.
La tarde cae sobre la isla sin nombre en la
Bahía Bustamante. Los científicos recogen sus equipos y repasan una vez más
sus notas. Antes de emprender el regreso, echan un último vistazo a los
pobres cuerpos abandonados.

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