M@re Nostrum

Las Grandes Ballenas
por Josep Pegueroles

Las ballenas son los mamíferos más grandes de la Tierra. Son gigantescas y fascinantes pero solo hemos aprendido la forma de matarlas.

Todo lo que hemos aprendido de ellas lo hemos utilizado en su contra. Por ejemplo, hemos aprendido que si arponeamos a un ballenato, todos los adultos lo rodean para protegerlo. Así es más fácil cazar a los adultos.

Lo que no sabíamos es que esos grupos están formados por individuos con un enorme y complejo cerebro, y que están unidos entre sí por estrechos lazos sociales. Para el hombre solo han sido gigantescas masas de carne y grasa de las que sacábamos aceites y combustibles.

Durante años las hemos perseguido por mares y océanos, llegando a diezmar su población. Nunca nos ha importado si estos animales podían proporcionarnos conocimientos o información.

Siempre hemos creído que estábamos por encima de ellas, pero cuando decidimos estudiarlas nos damos cuenta que incluso pueden llegar a ser más inteligentes de lo que nos pensábamos, y entonces llegamos a la triste conclusión de siempre en la que nos hacemos la misma pregunta: ¿será demasiado tarde?

Hasta que no hemos sido capaces de adentrarnos en el mar, no nos hemos dado cuenta de que el mundo de las ballenas es increíble y maravilloso, y una vez en este hábitat, nos quedamos perplejos al comprender que solo hemos empezado a vislumbrar el secreto de las ballenas.

Como hemos dicho, la ballena es el animal más grande que existe hoy día, sobre esto no hay discusión. El rorcual común puede medir entre 25 y 30 metros de longitud, y pesar de 150 a 200 toneladas.

Su corazón es del tamaño y peso de un pequeño coche utilitario y su cuerpo está recubierto de una espesa capa de grasa que le permite mantener su temperatura corporal entre los 36 y 37 grados, incluso en aguas muy frías.

Al contrario de lo que pueda parecer, la grasa de las ballenas está recubierta de una fina capa de piel junto con la epidermis. Ésta segrega una substancia humectante que favorece su hidrodinámica.

Su cuerpo es estilizado. Las dos extremidades anteriores están transformadas en aletas. Las extremidades posteriores han desaparecido. Su cuerpo acaba en una gran aleta horizontal, dotada de una potente musculatura, lo que le permite alcanzar, en algunas especies, velocidades de 40 a 50 km/h.

Salvo en el rorcual, que tiene cierta flexibilidad, las vértebras cervicales están soldadas al cráneo. Algunas ballenas poseen una pequeña aleta dorsal, la cual a veces se reduce a una pequeña cresta como en el cachalote, o desaparece como en la ballena gris o la franca.

Estos grandes mamíferos, poseedores de grandes pulmones, respiran gracias a los orificios nasales que tienen en la parte superior de la cabeza, los cuales cierran herméticamente cuando se sumergen, abriéndolos cuando vuelven a la superficie para respirar, produciendo el característico resoplar de las ballenas.

Algunas especies como el cachalote pueden llegar a permanecer una hora sumergidos en apnea, llegando a descender hasta 1000 metros de profundidad.

Las ballenas se alimentan de formas diferentes, dependiendo de la especie. Unas tienen dientes como la ballena blanca, la cual se alimenta de grandes presas como el calamar gigante, a los cuales atrapa recorriendo varios kilómetros bajo el agua, tras detectarlos con su sonar en la más absoluta oscuridad.

Otras especies no tienen dientes, habiéndo sido sustituidos por unas barbas. Dichas barbas están formadas por láminas córneas adosadas a la mandíbula superior que actúan como un gran filtro, el cual le sirve a la ballena para atrapar su alimento preferido, el plancton, el "krill" y otros pequeños crustáceos.

La ballena traga toneladas de agua de mar, que después saca de la boca, filtrándola con dichas barbas. Grandes cantidades de alimento quedan atrapadas, siendo recogidas por su enorme lengua.

Otras especies sin dientes, tienen barbas más cortas. Se alimentan recorriendo el fondo y hurgando en el limo con la boca abierta, filtrando así los seres que se esconden en él: gusanos, moluscos y pequeños crustáceos. Este tipo de ballenas viven generalmente cerca de la costa.

Las ballenas hembra son siempre más grandes que los machos, y suelen vivir en parejas o pequeños grupos, y se aparean en mares templados o cálidos. Las crías de ballena son capaces de nadar al nacer. Se alimentan de la leche de la madre, (muy rica en grasas), pudiendo llegar a engordar del orden de 50 kg. diarios.

La gestación de las crías dura de 10 a 12 meses. Estas crías, que pesan cerca de 2 toneladas al nacer y miden 4,5 metros, crecen muy deprisa, dejando de tomar leche de la madre entre los 7 y 12 meses después de nacer, dependiendo de la especie y del estado de la cría.

Durante este tiempo las crías acompañan a sus padres en las migraciones, siendo protegidas por todos los componentes del grupo, independientemente de su parentesco. Bajo este esquema general se perfilan las pautas de comportamiento, que pueden diferir algo de una especie a otra.

La madurez sexual de las ballenas suele estar entre los 10 o 15 años, aunque se nota últimamente una reducción en la edad de la madurez sexual, después de la casi aniquilación de las poblaciones de ballenas por la caza intensiva. Los científicos creen que esta precocidad es debida a un crecimiento más rápido de los jóvenes a causa de la reducción de sus especies.

Se dice que las ballenas, que son verdaderas cantantes, emiten sonidos (en diferentes frecuencias), vibraciones y suspiros. Cuando sacan la cabeza fuera del agua emiten una especie de bramido.

Se ha descubierto que la ballena yubarta emite un verdadero canto que puede alargarse durante horas. Estos cantos están compuestos por estribillos que se repiten continuamente, alrededor de los cuales se van añadiendo variaciones.

Cada espécimen tiene una voz diferente, pero los cantos son comunes al grupo. Estos cantos pueden oírse a 30 km. de distancia. Quien los ha oído queda maravillado, pues dicen que estos cantos son capaces de penetrar en los sentimientos humanos. Si los hubiéramos oído antes quizás nuestra manera de tratarlos hubiera sido diferente.

El mayor depredador de las ballenas es, sin duda, el hombre. Como con otras tantas especies, no hemos sabido parar a tiempo y hemos llegado a extinguirlas casi por completo, provocando de esta manera otra masacre de la que no podemos sentirnos orgullosos precisamente.

Esto no quiere decir que no podamos hacer uso de este recurso biológico, pero solo si lo cuidamos al mismo tiempo, pues como los otros recursos naturales, también se agota y después vienen las lamentaciones.

Gracias a muchos científicos y a otras asociaciones desinteresadas, las medidas de protección adoptadas por la Comisión Ballenera Internacional (de la que forman parte más de 50 países balleneros) permiten el mantenimiento e incluso el desarrollo de ciertas poblaciones de rorcuales.

Su propósito no es tanto el proteger a las ballenas, sino asegurarse el futuro negocio a largo plazo, pero este es un primer paso en la conservación de este animal.

A partir de un acuerdo hecho hace ya años, las capturas fueron disminuyendo, más que por las leyes, por la desaparición de estos animales. Solo en 1960 se mataron más de 60.000 ejemplares.

Quizás la suerte de las ballenas esté en la industria química, que va sintetizando los productos que, hasta ahora, se elaboraban a partir de las ballenas.

Otro de los factores que colaboraron a esta conservación fue que en 1975, la propia C.B.I., presionada por las cada vez más numerosas asociaciones mundiales de carácter ecológico, dejó de ser un club de balleneros para pasar a ser una genuina asociación ecologista.

No fue hasta 1986 en que la propia C.B.I. aprobó la prohibición internacional de comercializar los productos derivados de estos animales. Por desgracia, no todos los países aceptaron esta decisión, Noruega, Islandia, Corea y Japón han ido poniendo excusas con el fin de seguir matando ballenas. Noruega y Japón matan de 600 a 650 ballenas cada año "con fines científicos".

Nadie puede predecir a donde nos llevará nuestra compasión por las ballenas, ni lo que podremos descubrir del cerebro de los cachalotes, o sobre los cánticos de la ballena jorobada.

El ingenio humano, en su más alta expresión, no ha conseguido crear nada tan maravillosos y complejo como las ballenas. Por contra, tenemos en nuestras manos el poder de hacer que sigan existiendo. La decisión que tomemos puede marcarnos más a nosotros que a las propias BALLENAS...

 


© Texto y Dibujos: Josep Pegueroles 1996
 

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Última modificación: 01 enero 2024 10:18


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