El busano
por Josep Mª Dacosta y Miquel Pontes
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Nombre científico:
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Phyllonotus trunculus
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Sinónimos: |
Hexaplex trunculus (Linnaeus, 1758)
Murex trunculus Linnaeus, 1758
Trunculariopsis trunculus (Linnaeus, 1758) |


s un gasterópodo muy abundante en
nuestros fondos. El submarinista podrá encontrarlo desde
muy poca profundidad sobre fondos rocosos y mixtos infralitorales.
La concha es fusiforme, barriguda y
robusta, alcanzando unos 8 cm de longitud. Puede estar recubierta de
organismos que impiden ver su coloración blanco-grisácea con bandas
espirales pardo-violáceas. Son evidentes sus varicosidades nodosas,
tubérculos o incluso pequeñas espinas.
El canal sifonal es corto y curvado hacia
el dorso. En el interior de la última vuelta se pueden reconocer unas
bandas pardo-violáceas. El opérculo que tapa la abertura de la concha es
córneo.
Es un depredador activo y así es posible
observarlo atacando otros gasterópodos y algunos bivalvos, así como
alimentándose de animales muertos.
Se le puede hallar en los mercados y,
como miembro de la familia de los murícidos, se había utilizado en la
antigüedad para obtener el valiosísimo pigmento púrpura.
Su distribución abarca el Mediterráneo y
Atlántico próximo al Estrecho de Gibraltar.

Phyllonotus trunculus retratado sobre un fondo
arenoso con algas
(Cala Montgó, L'Escala, España).
El ejemplar de la foto muestra las bandas
púrpuras de la última vuelta de la concha que lo identifican claramente.
Foto realizada el 20.5.2000 por Miquel Pontes
La púrpura real, un poco
de historia...
Según la leyenda, el dios
tirio Melkart (identificado con el dios griego Heracles, el Hércules de
los romanos) paseaba con su amada, la ninfa Tyrus, por la orilla del mar
cuando un perro que les acompañaba mordió un múrice y lo partió en dos,
tinéndose la boca de color púrpura. Tyrus quedó tan admirada por el bello
color que dijo a Melkart que no le aceptaría como amante hasta que no le
hubiera ofrecido un traje del mismo color. Melkart recogió entonces gran
cantidad de estos moluscos y originó así la industria tiria del teñido.
Es muy posible que esta
actividad del teñido se iniciase cuando algún avispado tintorero observó
el color púrpura que teñia la boca de aquellos que comían estos moluscos.
La industria de la púrpura
se sabe que existe desde antes del año 1000 A.C. Las ciudades de Tiro y
Sidón tenían fama de producir las mejores telas de lana y seda teñida con
púrpura de todo el mundo antiguo, pues el color era consistente e
indeleble.
El tinte púrpura proviene de
una glándula que existe en el cuerpo de unos caracoles marinos y que,
según la tradición, debía ser extirpada del molusco vivo para que tuviera
la mejor calidad. De cada glándula se extraía muy poca cantidad de un
líquido amarillento que se oscurecía en contacto con el aire. Se
necesitaban las glándulas de unos 60.000 murícidos para obtener tan solo
una libra de tinte, por lo que su precio era exhorbitante, más aún cuando
el afán de localizar a los moluscos y su preciada glándula casi llevó a
estas especies al borde de la extinción.
Por lo general se empleaban
dos especies de moluscos para la obtención de tinte: el Murex brandaris
(o cañadilla) y el Murex trunculus (o busano). Dado que el
tinte del primero es más oscuro, se solía mezclar con el de la segunda
especie, en incluso con el de otros moluscos -no murícidos- para obtener
el color deseado. El tinte se hervía durante dos semanas en cacerolas de
estaño o plomo, pues las cacerolas de hierro desteñian el producto final.
Hubo un tiempo en que todos
los ciudadanos con recursos de Roma lucían en su toga una banda de tela
teñida con este producto, pero al poco este privilegio pasó a ser
exclusivo de los senadores y por último solo el emperador podía lucir este
color. De ahí que se le llame púrpura real.
El teñido con púrpura se
realizaba en varios puntos del Mediterráneo, como las islas de Malta y
Motya, pero la calidad resultante no era la misma que en Tiro o Sidón.
La explotación que se llevó
a cabo tiene como mudo testigo las montañas de conchas de estos moluscos
que aún hoy dia se apilan entre las viejas ruinas de los talleres de
teñido de la antigüedad. Estos talleres se hallaban lejos de las
poblaciones y a favor del viento, para que el hedor de la putrefacción de
los moluscos no fuese una molestia para los habitantes.
La industria del teñido
subsistió hasta el año 800 D.C. pero se perdió por el increíble coste que
representaba la obtención del tinte, un producto que muy pocos podían
pagar. Los tintes a base de anilinas de hoy en día, baratos e indelebles,
aseguran que esta industria jamás volverá a resurgir.
Más Fotos

© Texto y fotos: Josep Mª Dacosta
y Miquel Pontes