El lenguaje de los
Cefalópodos
por Stephen Hart
Traducido por María Villagrasa
Extraído de
"El lenguaje de los animales"
Ediciones OMEGA


Una sepia con la característica librea de "cebra", que
muestran en época de celo, y que es controlada enteramente por el sistema nervioso del
animal. |
"Yo Tarzán, tú Jane".
Si la sepia macho pudiera hablar, ésta sería su frase de introducción. Aunque las
sepias casi nunca utilizan el sonido pare comunicarse, el macho sin embargo, tiene una
frase de presentación, que puede traducirse en la expresión más larga, pero
conceptualmente más simple: "Yo Tarzán. ¿Tú Tarzán? ¿No? Entonces debes ser
Jane". Sepias y calamares se comunican utilizando la extraordinaria habilidad de
controlar el pigmento de su piel. Envían mensajes por medio del color de fondo de su
cuerpo, así como por lunares de vivos colores y manchones de su piel.
Las sepias añaden a su peculiar
comunicación visual algunas posturas natatorias y movimientos de sus diez tentáculos.
Junto con los pulpos, las sepias y los calamares pertenecen a la clase Cephalopoda,
moluscos como los caracoles, babosas y almejas. Los cefalópodos, gigantes mentales del
mundo de los moluscos, manipulan objetos con sus tentáculos, nadan a propulsión, comen
con picos y ven con ojos tan complejos como los nuestros. En los cefalópodos las
conexiones directas entre el cerebro y unos músculos especiales les permiten cambiar de
color en una fracción de segundo mediante la relajación o contracción de los
cromatóforos.

Un alevín de pulpo. Se pueden
observar perfectamente los ojos y algunos cromatóforos en su cuerpo traslúcido,
repartidos a intervalos regulares.. |
Estas células de la superficie de la
piel, llamadas cromatóforos, están llenas de pigmentos de color rojo, amarillo y negro,
pudiendo pasar de la expansión a una fuerte contracción en unas milésimas de segundo.
Bajo la capa superficial, células con pigmento blanco e incluso células más profundas
con pigmento verde reflejan la luz cuando los cromatóforos contraídos las dejan al
descubierto. Para mejorar la comunicación, los cefalópodos también pueden cambiar la
textura de su piel acentuando o atenuando las protuberancias de aspecto verrugoso que
cubren su librea. Aunque parece ser que los cefalópodos son incapaces de ver los colores,
tienen una gran facilidad pare confundirse adecuadamente con su entorno.
Cuando no se están camuflando con
el entorno, algunos calamares y sepias pueden crear dramáticos modelos alterando los
colores del cuerpo entero o bien sólo de partes del mismo. En algunas especies, se han
catalogado 31 variaciones que afectan a todo el cuerpo y se ha calculado un repertorio
potencial de 300 diseños en los que se combinan variaciones de color de todo el cuerpo o
sólo de algunas partes, de la textura de la piel y de posturas corporales.
Los pulpos son animales solitarios
excepto cuando se aparean, y hasta el momento los investigadores han visto poco de lo que
llamarían comunicación compleja entre ellos. Pero al igual que los calamares y las
sepias, los pulpos muestran cambios de color en función de los estados fisiológicos
internos. Los machos de algunas especies de pulpo lucen grandes ventosas, que utilizan en
la exhibición de "succión", supuestamente diseñada pare comunicar el sexo al
cual pertenecen.

El pulpo hembra hace huir al macho después del apareamiento adoptando una actitud
amenazadora y mostrando airados colores en su piel. |
Las hembras de
cierta especie desarrollan células luminiscentes, que se disponen alrededor de su pico
como un pintalabios de color verde, y que pueden atraer a los machos. La sepia Jane -como
las hembras de otras especies- no estará satisfecha con cualquier macho. Ella quiere un
Tarzán sano y vigoroso, cuyo esperma contenga genes que incrementen la probabilidad de su
descendencia de sobrevivir, madurar y reproducirse de nuevo.

Un pulpo hembra coloca la puesta de
huevos en un hueco protegido pero "aireado" por la corriente, para conseguir
perpetuar la especie. |
Por este motivo, la sepia hembra busca al
macho que presente toda una serie de atributos que ella cree necesarios, por ejemplo, el
tamaño, que, naturalmente, es sinónimo de salud, pero además, la sepia y el calamar que
nadan con los brazos estirados y con la piel relampagueando aparentemente también les
parecen más sanos a las hembras.
El calamar y la sepia constituyen
un delicioso manjar -no sólo como sushi, sino también para diferentes depredadores
oceánicos -, así que normalmente se difuminan con el entorno adoptando un color
críptico, que suele ser moteado. Pero, cuando llega el momento de aparearse, para la
sepia macho la oportunidad de pasar sus genes sobrepasa el riesgo de convertirse en una
comida. Para anunciar el sexo al cual pertenece, el macho adopta un sorprendente modelo de
cebra: estira sus brazos hacia delante, amontonándolos o arqueándolos, formando una
cesta de diez ramales. Otras sepias que están por los alrededores captan el mensaje. Los
machos devuelven el saludo, pero las hembras no alteran su patrón moteado.
La ausencia del modelo del macho,
más que ningún otro rasgo distinguible del cuerpo de la hembra, informa al macho del
sexo de la hembra. Si un macho no responde adoptando el modelo de cebra -quizás debido a
alguna enfermedad -, otros machos pueden confundirlo con una sepia hembra.
Todos los machos de un grupo se
pasean ufanos con su modelo de cebra; sin embargo, la mayoría de las hembras no altera su
traje moteado. Pero si una hembra de las proximidades cambia su críptico modelo jaspeado
por uno gris más uniforme, está indicando su disponibilidad para aparearse.
Ahora la competencia entre los
machos se intensifica, llegando en algunas especies al contacto físico y los mordiscos.
Por último, todos los machos, excepto uno -normalmente el más grande -, literalmente se
dan la vuelta y se baten en retirada, regresando a su modelo normal, jaspeado unisex -esta
conducta es semejante a la postura de sumisión de un perro con la cola entre las piernas.

Una pareja de sépias efectuando una
puesta (en la rama, los huevos en color negro) |
Después de disuadir a los machos
cercanos con su destreza, el macho victorioso abandona su comportamiento agresivo para
convertirse en un animal sensible y cariñoso. Se acerca a la hembra y cambia su
comunicación visual en táctil, acariciándola delicadamente entre sus ojos y brazos. Al
principio, la hembra puede manifestar su alarma adoptando un modelo cromático que indica
una profunda turbación. El macho la calma soplándole agua y alejándose suavemente con
su mecanismo de propulsión. Sin embargo, el macho lejos de desistir se acerca una y otra
vez hasta que la hembra lo acepta, literalmente, con los brazos abiertos.
Si un zafio rival intenta
importunar a la pareja, el macho en celo adopta de nuevo su disfraz de cebra, pero esta
vez muy intensificado. Si está nadando junto a la hembra, el macho puede incluso mostrar
las bandas de su librea únicamente en el lado de su cuerpo que esté frente al intruso.
Al mismo tiempo, puede mantener su sexualmente sugestivo uniforme gris en el lado más
próximo a la hembra. Por último, la pareja pone en contacto sus brazos y empieza a
aparearse. Ambos adquieren, en ese momento, el modelo críptico jaspeado que atrae menos
la atención.
Los Calamares

Una bandada de calamares. Pese a ser
todos de color blanco, alteran su color para informar a los otros animales de su
disposición de ánimo e intenciones. |
Los calamares, que son más sociales que
las sepias, también comunican su disponibilidad pare aparearse con el color de la piel.
Se reúnen en grupos de 10 a 30 individuos, pero pronto se deshacen en grupos de cortejo
de una hembra y dos o cinco machos. El macho de mayor tamaño intenta alejar a la hembra
de los otros pretendientes.
La pareja se entrega a un balanceo
precopulatorio, en el que juntos se desplazan suavemente de un lado a otro. Si en ese
momento, el macho se acerca demasiado, la hembra puede alejarse veloz como un rayo. El
macho la sigue, y este juego de persecución puede continuar durante más de una hora a
una velocidad vertiginosa. Posiblemente represente un intento por parte de la hembra de
evaluar y certificar la salud del macho.
El calamar macho utiliza el
disfraz de cebra de una forma no muy diferente a la de la sepia para ahuyentar a otros
machos. También adopta un modelo unilateral de suaves tonos plateados cuyo significado
es: "Manténte alejado".

Una pareja de calamares, con el
patrón de colores que muestran en el apareamiento, nadando juntos sobre una abundante
puesta de otros de estos interesantes cefalópodos. |
El macho sólo exhibe este modelo en el
lado del cuerpo que está más próximo a otros machos; el flanco orientado hacia la
hembra lo mantiene sexualmente estimulado. Los calamares no se abrazan para aparearse. En
lugar de ello, el macho únicamente intenta acercar al cuerpo de la hembra un pequeño y
pegajoso saco de esperma. Mientras alarga este saco, hace que sus cromatóforos palpiten a
un ritmo determinado.
Si el saco se engancha, la hembra
lo coloca en el receptáculo seminal, completando así el ritual de apareamiento. Los
cefalópodos sociales, es decir, los calamares (como Sepioteuthis sepioidea) y
las sepias, comunican claramente estados internos -disponibilidad pare la cópula,
identificación sexual, etc.
Los equivalentes humanos de estas
señales serían ruborizarse, tartamudear y adoptar posturas corporales que manifiesten
timidez.
¿Se comunican los
cefalópodos algo más
que su estado sexual?
Algunos científicos sugieren que
sus modelos cromáticos de cuerpo entero actúan como si fueran nombres y verbos, y las
pequeñas manchas y dibujos como adjetivos y adverbios. La postura y el movimiento pueden
ayudar a establecer el contexto.
"Puede ser que si
Sepioteuthis destaca una banda en un lado de su cuerpo, y al mismo tiempo remarca una
cejas doradas por encima de los ojos, y levanta los brazos, quizás el significado de la
banda haya sido modificado por las cejas doradas y el brazo levantado, de modo que
representen algo más complicado o incluso diferente de lo que la banda signifique por sí
sola", afirma Jennifer Mather.
Mather es una psicóloga que
estudia la conducta de los cefalópodos y enseña en la University of Lethbridge,
Lethbridge, Alberta. La hipótesis de Mather, aunque interesante, permanece todavía sin
explorar. Para poder investigar con más profundidad la comunicación visual de los
cefalópodos, a Mather y otros investigadores les gustaría "hablar" su lengua.
Imitando las claves visuales con un modelo coloreado -hasta cierto punto comunicándose
con la sepia -, los investigadores han descubierto cambios en su conducta y empiezan a
entender su compleja comunicación.
"Sospecho que los
cefalópodos no van a tener un tipo de lenguaje tan complicado como el nuestro para cuando
sepamos si poseen un lenguaje visual -concluye Mather -. Pero sospecho que vamos
a encontrar un interesante sistema de comunicación cuando finalmente tengamos el tiempo,
la energía y los recursos pare descubrirlo."

© Stephen Hart
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