uestra intención original era sumergirnos en nuestra isla
favorita, Illa Mateua (L'Escala) pero una brisa proveniente del norte, que nos anunciaba
una inminente tramontana, nos hizo ser prudentes y optar por bucear en la vecina Cala
Montgó. Salir del agua cargado con todo el equipo de buceo no es ninguna broma cuando
sopla la tramontana, sobre todo si la playa está formada por un amontonamiento de piedras
de diferentes tamaños. Puede decirse que fue el viento el que nos aconsejó ir a Cala
Montgó.
Cala Montgó está situada un poco al sur del golfo de
Roses, se caracteriza por mantener sus aguas tranquilas incluso en los peores temporales
de tramontana, por lo que siempre es una buena opción cuando toda la comarca está bajo
el influjo de este poderoso y caprichoso viento. Esta protección nos permite también
realizar interesantes inmersiones nocturnas, aptas incluso para que los buceadores noveles
entren en contacto con esta especialidad.
Como comentamos en nuestra última
inmersión en la zona, una "marea azul" de medusas Velella velella
acabó en la playa el domingo 14 de mayo. Una semana después podían verse, por
centenares, los restos secos de estos frágiles cnidarios esparcidos por la arena.
Nuestra inmersión transcurrió en cotas muy someras,
debido a la configuración del fondo, compuesto por arena y por una pradera de posidonia
en bastante buen estado de conservación. Esto nos permitió sacar el máximo partido de
nuestro tiempo, pues cuando salimos del agua, al cabo de una hora y media, aún teníamos
aire suficiente para permanecer sumergidos una media hora más, aunque fue la temperatura
del agua, unos 16ºC, la que nos hizo dar por terminada la inmersión.
Para el buceador corriente esta inmersión pudiera
parecer tremendamente aburrida, pues la ausencia de grandes peces era manifiesta, pero
cuando se aprende a mirar, cualquier rincón alberga una cantidad de vida que desafía a
nuestra imaginación.
Comenzamos nuestra incursión submarina andando, pues el
desnivel de la playa es muy escaso. Cuando por fin alcanzamos un metro de profundidad más
o menos nos pusimos los reguladores y nos sumergimos. Tuvimos oportunidad de ver los
primeros peces del día, las arañas, que camufladas en la arena son una desagradable
sorpresa para el bañista incauto. Algún cangrejo ermitaño (así como alguna sepia o
algún lenguado en verano) alegra la vista de quien se canse pronto de ver arena.
De vez en cuando aparecen montículos rocosos en el
fondo, sobre ellos se concentra gran cantidad de animales minúsculos, además de algún
pulpo intentando comerse un berberecho y algún nudibranquio, pero no es hasta que
alcanzamos las estribaciones de la pradera de posidonia, a una profundidad de unos 4
metros, que empezamos a ver vida en cantidad.
La mayor parte de los animales que pueblan el fondo
raramente se alejan de sus escondites. Por ello a menudo es necesario darle la vuelta a
las piedras que les resguardan para descubrir ejemplares interesantes como las orejas de
mar, las limas o los ofiuros, pero también se encuentran ascidias coloniales, briozoos y
nudibranquios.
Es importante recordar que debemos dejar en su posición
original todas las piedras que giremos, o los peces darán cuenta de sus habitantes en
pocos minutos.
Otro nido de vida son las frondes de algas y plantas del
fondo. En nuestra inmersión, inspeccionando cuidadosamente los matojos de algas
encontramos varios nudibranquios, dado que muchos de ellos se alimentan de dicho alga o de
algún otro ser que crece en o cerca de ella. Por ejemplo el opistobranquio Elysia
timida se alimenta del alga Acetabularia acetabulum, por lo que si nos
fijamos en el alga, podremos descubrir fácilmente a sus "huéspedes". Cabe
resaltar que en esta época del año, los Elysia timida son más grandes que
nunca y parecen estar en reproducción, como atestigua alguna de las fotos de esta
inmersión.
Dada la época en que realizamos esta inmersión, tuvimos
la oportunidad de ver a los tordos (Symphodus cinereus) construyendo y
defendiendo sus nidos de otros peces. Es muy curioso observar como se alejan un poco a
buscar un tipo de alga determinado y regresan rápidamente a colocarla en su nido para
hacerlo más confortable.
La pradera de posidonia está en bastante buen estado en
esta cala y se extiende impenetrable desde los 4 metros de profundidad hasta un fondo de
arena a unos 14 metros, situado como a 250-300 metros de la playa y tendiendo hacia el
centro de la cala.
Si se observa con atención es posible encontrar alguna
nacra (Pinna nobilis), molusco bivalvo que puede llegar a alcanzar un tamaño
considerable (hasta 80 cm) pero que se encuentra en recesión al igual que lo están
muchas de las praderas de posidonia, victimas silenciosas de la presión humana sobre su
nicho ecológico.
Pudimos observar las barras de hierro que señalizan el
límite inferior de la pradera de posidonia (a unos 14 metros de profundidad) y que han
sido plantadas por los miembros de la Xarxa de Vigilancia dels
Alguers de Posidonia, un proyecto conjunto del Departament d'Agricultura,
Ramaderia i Pesca de la Generalitat de Catalunya, la Universitat de Barcelona y la Escola
del Mar de Badalona, que efectúa un seguimiento de la evolución de las praderas de
fanerógamas marinas.
En las siguientes fotos podréis observar gran parte de
los animales que pudimos ver en nuestra inmersión, aunque mucha gente no habría visto
nada (ni meros, ni morenas, ni congrios...)