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REDES DE DERIVA
por Gustavo Catalán Deus
Publicado en el Diario El Mundo el día 15/4/98

Las cortinas de la muerte acechan a 50 especies marinas

Cientos de miles de peces que se enmallan accidentalmente son arrojados al mar

ientos de miles de peces, cetáceos y aves mueren cada año en el Cantábrico y el Mediterráneo a causa de las redes de deriva. Cuatro países comunitarios son los culpables de esta mortandad al autorizar a sus barcos a utilizarlas. Los permisos se conceden pese a que la ONU pidió una moratoria internacional que entró plenamente en vigor el 1 de enero de 1993.

Greenpeace se ha echado de nuevo al mar para pedir su prohibición. Desde el pasado lunes recorre seis puertos del Norte. A partir de mayo trasladarán su protesta al Mediterráneo. En la singladura le acompañan pescadores y deportistas naúticos. Los ministros de Pesca de la UE abordarán el fin de este arte de pesca en el próximo consejo del día ocho de junio.


Esquema de la pesca con redes de deriva
Fuente: Greenpeace, El Mediterráneo, Xavier Pastor

Las cortinas de la muerte siguen diezmando los mares. El uso y abuso insostenible de las capturas de estas redes, es, sin embargo, ilegal. La ONU pidió a todos los países una moratoria sobre su uso, que tenía que ser aplicada como máximo el 1 de enero de 1993. Tras cinco años, todo sigue igual.

Especialmente grave es lo que ocurre en los mares comunitarios. Cuatro países de la UE (sinónimo de países desarrollados) se han burlado desde entonces de la ONU. Italia, Francia, Reino Unido e Irlanda siguen autorizando que cerca de 900 de sus barcos pesqueros faenen con estas mortíferas artes de pesca en el Cantábrico y en el Mediterráneo. En el primer caso, más de 200.000 animales mueren inútilmente al año. En el segundo, la cifra se eleva a 130.000.

Las redes de deriva son un arte de pesca relativamente moderno. Gracias al abaratamiento del nailon, su fabricación realizada en países asiáticos es económica. Con ellas, los pescadores cuentan con un arma muy eficaz y letal para la pesca. Suspendidas en medio del océano durante la noche, caladas desde la superficie a seis u ocho metros de profundidad y extendidas a lo largo de kilómetros, son como una muralla china impenetrable para la fauna marina.

Un pequeño barco, con muy poca tripulación logra capturas inimaginables hasta el momento. Cuando se iza la red por la mañana, miles de peces que circulaban libremente en su medio para procurarse sustento aparecen enmallados y muertos entre sus rombos. Desde simples medusas -alimento de las tortugas- a inmensos cachalotes. Todos los peces mueren o quedan malheridos. Los que forman parte de la especie que se ha ido a capturar, pasan a la bodega; los otros, son arrojados por la borda... como basura.

Muerte del mar

Y todo ocurre a muy pocos kilómetros de nuestras costas. En los mismos lugares adonde acuden los pescadores españoles, que tienen prohibido usar estas redes y que aseguran que no lo harían, porque ello significaría la muerte del mar.

El caso más flagrante de desobediencia a la ONU lo protagoniza Italia, le sigue Francia, Reino Unido e Irlanda. El primer país mantiene una flota de 750 embarcaciones con base en Sicilia y Nápoles esquilmando el Mediterráneo Occidental. Francia tiene casi un centenar de barcos entre el Cantábrico y el Mediterráneo. Reino Unido las ha disminuido a siete. Irlanda las ha reducido a ocho.

Greenpeace nuevamente lidera la lucha contra un sistema insostenible de pesca. Lo hace desde que en 1983 descubrió en medio de Pacífico una red de 43 kilómetros de longitud. Tras años de denuncia, lograron que la ONU se ocupara del asunto, que otras organizaciones se les sumaran y que los pescadores responsables se agruparan junto a ellos en esta batalla, que puede tener buen final el próximo ocho de junio.

A mojarse

Para forzar más, Greenpeace ha movilizado a uno de sus barcos. Desde el lunes navega por los puertos del Cantábrico aunando voluntades y provocando movilizaciones. A bordo no van sólo los barbudos ecologistas: se les han sumado los presidentes de todas las cofradías del Cantábrico. En cada puerto, los pesqueros salen a recibirles. En Bilbao habrá una manifestación naval con el concurso de los barcos de recreo, y hasta en San Juan de Luz, los surferos acompañarán en sus tablas la singladura del Greenpeace.

Este barco surcará inmediatamente el Mediterráneo para hacer algo parecido en contra de la flota francesa que captura atún rojo, y la italiana, que acaba con el pez espada. Todos ellos con las cortinas de la muerte.

A instancias del Reino Unido, que ocupa este semestre la Presidencia comunitaria, los ministros de Pesca de la UE debatirán la prohibición de las redes de deriva el ocho de junio. Allí se alzarán las voces de los 11 socios que no las utilizan, y especialmente la de Loyola de Palacio, que representa a un fuerte sector pesquero.

Si la UE prohíbe estas artes de pesca, se habrá dado un paso de gigantes. No sólo porque se respeta a la ONU, también porque los océanos saldrán ganando. Y especialmente los cientos de miles de cetáceos, tiburones, mantas raya y tortugas que mueren inútilmente.

Quizá este verano las costas cantábricas y las de Baleares se vean libres del lamentable espectáculo de ballenas y delfines varados, envueltos por las mallas de la muerte.

También el Mediterráneo

Las 740 embarcaciones italianas que faenan ilegalmente con redes de deriva en el Mediterráneo Occidental, son una plaga. Pese a las reiteradas promesas del Gobierno de Roma de que acabaría con esta flota -por lo que ha recibido altísimas ayudas comunitarias-, no ha sucedido así.

Cada primavera, estos barcos acuden a la captura del pez espada. Calan redes de hasta 12 kilómetros y una vez llena su bodega de varias toneladas, regresan a puerto. Y vuelven a empezar.

Otros 50 barcos franceses hacen lo mismo con el atún rojo que desova en el Golfo de Génova. Los localizan con helicópteros y los cierran el camino con las redes. Y así hasta que se acabe.

Una gran carnicería en la mar

Este periódico ha sido testigo en dos veranos distintos de la carnicería que sobreviene tras el uso de redes de deriva. En los dos casos se trataba de barcos italianos faenando en aguas de Baleares, a unas 30 millas al sur de Cabrera.

En ambas ocasiones Greenpeace les incautó parte de la red para ser depositada ante el Ministerio de Pesca italiano. Durante la recogida, EL MUNDO contó las especies atrapadas. En una de las ocasiones sólo había un pez espada, frente a más de 30 ejemplares de otras especies marinas, que colgaban muertas -salvo en el caso de una tortuga que fue liberada- de la malla. En la otra ocasión, tres peces espada se contrastaban a una matanza de más de 50 ejemplares de otros peces.

Los datos que manejan los investigadores son evidentes: cada año en el Mediterráneo mueren entre 3.000 y 12.000 cetáceos, de 2.500 a 20.000 tiburones, de 1.000 a 8.000 tortugas y entre 100.000 y un millón de otras especies. Todos mueren accidentalmente en las redes de deriva.

En el Cantábrico las cifras son también alarmantes: de 1.700 a 2.500 cetáceos, de 82.000 a 120.000 tiburones, 200 tortugas, 300 aves marinas y más de 100.000 ejemplares de otras especies.

La Comisión Ballenera Internacional considera que el volumen de estas capturas de cetáceos es insostenible. Otros expertos aseguran que la muerte de delfines listados tendrá efectos irreversibles sobre esta especie. En el caso de los tiburones, los biólogos marinos piensan que la luz roja se ha encendido hace mucho.

© Texto: Gustavo Catalán Deus

 

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Última modificación: 01 enero 2024 10:18


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