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Para conseguirlo es
necesaria la intervención de submarinistas que mueven el barco para facilitar su
hundimiento. En el caso de embarcaciones pequeñas "el proceso no dura más de una
hora", explica Pedro Pradillo. Si son mayores, como es el caso del mercante "La
Dragonera", de 65 metros de eslora, el hundimiento es más lento. Éste último barco
es el más grande de los seis que hay dentro del parque subacuático. Le sigue la barca
"Sebastián y Lola", con 34 metros de eslora; el velero "Toni", de 12;
y tres barquitas de pesca.
El parque,
que tiene una hectárea de superficie, fue habilitado en 1995 en la escollera exterior del
puerto, con el objetivo de acotar una zona para la práctica del buceo pero que también
sirviese para la regeneración piscícola de la zona. "Hay que tener en cuenta",
comenta Rafael Pérez, "que está prohibido pescar en toda la zona de la
escollera". Pérez, que ejerce de portavoz de la SES, recuerda que cuando se hundió
el "Dragonera", se acondicionó su amplia bodega para servir de refugio y
criadero a los peces. Más hundimientosA lo largo de este
año, la SES prevé llevar a cabo nuevos hundimientos de embarcaciones, según explica el
presidente, Albert Pradillo. También está previsto que un equipo de biólogos de la SES
elabore un estudio a partir de los datos tomados antes de la construcción del parque y de
los obtenidos en las diferentes etapas de su consolidación.
Además del
de Tarragona, en toda la costa catalana hay instalados un total de once escollos para la
regeneración de la pesca. Desde el punto de vista biológico, el número de especies de
peces visualizadas en los escollos artificiales es de 31. Curiosamente, los biotopos de la
costa tarraconense son los que ofrecen más riqueza de fauna.
Los barcos
pesqueros no lanzan las redes donde saben que pueden quedar enganchadas en estructuras de
hierro u hormigón. Y es que, aunque se hundan los barcos, Capitanía Marítima debe tener
constancia de su situación exacta. Por esta razón, antes de sumergir una embarcación se
debe informar a las autoridades. Nuestra experiencia
en el Parque
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Nuestra
inmersión en el Parque Subacuático de Tarragona tuvo lugar el 13 de julio de 1997
gracias a la organización del club Carey's Sub, de Badalona. Un día
soleado y en el que hacia mucho calor, que la suave brisa apenas lograba hacer soportable.
El agua estaba tranquila, lo cual es de agradecer, ya que la entrada al agua se hace en el
costado del espigón del puerto que da a mar abierto, lugar en que el oleaje se acusa
bastante, cuando lo hay.
Gracias al SES hay
instaladas ahora unas casetas con duchas y vestuarios, aunque la norma es cambiarse
"al fresco", junto a los coches, aunque como nos hallamos en el muelle del
carbón, el fino polvo negro lo ensucia todo. Una vez pertrechados procedemos a bajar unas
escalas provistas por el SES que nos permiten el fácil acceso al agua. En nuestra
anterior visita, en enero de 1995, no existían estas escaleras, por lo que bajar al agua
fue una aventura tanto o mayor que nadar en ella.
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La boya por
la que bajamos viene a dar a la parte central del pecio, mientras que a proa y a popa hay
dos boyas más pequeñas, ligadas, éstas sí, a la superestructura del navío. Nosotros,
al bajar por la boya central, accedimos a la cubierta del "Dragonera", nadando
por encima de las bodegas abiertas al cielo.
Se tuvo la precaución, antes de hundir el barco, de llenarle las bodegas con objetos de
formas varias que pudieran servir de refugio a los peces. Esto marca una diferencia con
otros pecios que, al tener las bodegas vacias, albergan mucha menos vida.
Partiendo de la zona central nadamos hacia la proa del barco, recorrimos después su
exterior por la zona de babor, que da a mar abierto, observando la vida que se refugia
bajo el casco. Rodeamos el barco por la popa y entramos de nuevo en las bodegas, esta vez
para observar detenidamente el interior.
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Cuando
salimos de la bodega posterior, pasamos a través de los pasadizos exteriores que pasan
bajo el puente de mando, situado a popa. Estos pasadizos, libres de estorbos, permiten
pasar nadando cómodamente hasta la cubierta de popa, sin perder nunca la luz.
Continuamos resiguiendo el casco hasta que en un momento, ya en el lado de estribor,
hallamos un grueso cabo, que nos permitió avanzar cómodamente y olvidándonos de la
orientación, hacia el próximo pecio del parque, el "Sebastián y Lola". Estos
barcos tienen cierto interés para aquellos que sepan "mirar" las cosas bajo el
agua. Las cubiertas están más o menos destrozadas y muestran todo el costillaje de los
barcos, a la vez que permiten la fácil entrada de peces y otros seres marinos, que no el
hombre.
Siguiendo los cabos tendidos de barco a barco vemos, entre bloques de cemento plagados de
gorgonias blancas, el velero Toni, los restos del cual yacen, junto con los otros pecios,
a unos 25 metros de profundidad.
De este velero podemos llegar hasta una inmensa ancla, probablemente perdida por algún
carguero o petrolero, la cual se yergue en el agua a poca distancia del espigón. Pero la
inmersión no se ha acabado todavía, nos falta ver las llamadas "Barcas de la
Luz", tres pequeños barcos pesqueros hundidos muy cerca uno del otro, como
compañeros de navegación compartiendo el destino común.
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No hay cabos
que conduzcan a ningún otro sitio, el unico que encontramos aquí vuelve al gran ancla,
desde la cual volvemos hacia el espigón. Es en esta zona donde, gracias a la mejor
visibilidad del agua y a la abundancia de recovecos, podemos observar la mayor cantidad de
vida: esponjas de color granate, bancos de "pejeverdes", salpas y serranos.
También vimos una colonia de animales, de la familia de los corales, desprendida por
algún desaprensivo y flotando entre las rocas. La suerte de este ser estaba echada ya
que, al no estar fijada al fondo arenoso, es mucho más vulnerable, pues partes muy
frágiles de la colonia entran en contacto con las rocas.
La cantidad de vida que albergará el parque en el futuro dependerá de la gestión que se
haga y de los nuevos biotopos que se instalen. Las características de la zona
circundante, eminentemente fangoso-arenosa harán de este lugar un pequeño paraíso para
los peces, ya que en los diferentes barcos hundidos que aquí encontramos hallarán
refugio contra los depredadores. También algunos depredadores aprenderán a vivir aquí
al tener mejores oportunidades de caza.
Respecto a los cazadores humanos, se dice que
en todo el espigón está prohibida la pesca submarina. El día de nuestra inmersión
vimos varios pescadores submarinos que, si bien no podríamos afirmar que estaban dentro
de los límites del parque, por lo menos estaban muy cerca.
Se aprovechaban así estos pescadores submarinos de los esfuerzos de los demás en
repoblar la zona, y aún está por ver que algun colectivo de pescadores fomente la
protección de una zona de costa para aumentar el número de presas objeto de su
"deporte". Esto sería una práctica inteligente, puesto que, en caso contrario,
dentro de poco no tendrán nada que pescar, ni nosotros nada que observar. Y sino...
¡tiempo al tiempo!
Álbum de fotos de la inmersión...
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