Pecios
de Menorca
El "Georgia-K"
Por Alfonso Buenaventura
Artículo reproducido por
gentileza de


uizás el episodio del hundimiento de este carguero sea el que esté
envuelto de mayor leyenda y morbo. Posiblemente por lo cercano de los
acontecimientos. Y es que los hechos tenían lugar el 25 de noviembre de
1992, cuando el carguero griego Georgia-K se hundía a 5 millas al NW del Cap de
Cavalleria. Había
zarpado del puerto de Barcelona y era portador de una carga de hierro
corrugado para la construcción.
Sus características eran 2.144 toneladas de desplazamiento, 68
metros de eslora, 15,8 de manga y 5,9 de puntal, habiendo sido construido
en Corea 16 años antes de los acontecimientos. Su matrícula era de San
Lorenzo (Honduras) y su destino en el momento de sobrevenirle el
hundimiento, el puerto tunecino de Burguiba.
Su tripulación la formaban
doce miembros de diferentes nacionalidades: senegaleses, pakistaníes,
súbditos de Sri-Lanka, chilenos y griegos, que serían remolcados hasta el
puerto de Fornells cuando se encontraban apretados, como si de una
"patera" marroquí se tratase, a bordo de uno de los pequeños botes de
salvamento.
Las informaciones giraban un tanto confusas y se suponía que
el accidente era consecuencia de un exceso de carga. La profundidad de 100
metros en que reposaba, haría dictaminar a los expertos que su posible
reflotamiento era todo un imposible.
En la investigación judicial el
capitán manifestó que, tras cargar en sus bodegas la mercancía, a petición
del armador, un gabinete pericial tras efectuarle una inspección había
certificado que el buque se encontraba en perfectas condiciones de
navegabilidad.
Tras zarpar de Barcelona, a mediodía del día 25 saltaba la alarma de a bordo. Tras una rápida
inspección, se descubrió que la segunda bodega se encontraba llena de agua
hasta su mitad. La primera actuación fue establecer contacto con la
Comandancia de Marina de Barcelona para comunicar la situación, tras lo
cual el capitán ordenó el abandono del buque utilizando para ello los
botes de salvamento. Sin embargo tan sólo consiguieron arriar uno en el
cual se embarcaron todos.
Tras haber sido localizados por un helicóptero
de Salvamento Marítimo, se desestimó su rescate por este medio, ya que las
turbonadas producidas por las palas del aparato estuvieron a punto de
hacer naufragar la sobrecargada embarcación. Por fin el rescate concluía a
una milla de la costa pasadas las seis y media de la tarde al prestarles
remolque una lancha de Fornells.
La tripulación tenía previsto
abandonar Menorca el domingo 29 de noviembre, pero la polémica saltó desde
el momento en que uno de los tripulantes manifestó que el capitán había
manipulado al buque expresamente para provocar su hundimiento y poder cobrar así el seguro.
Ante el
temor de que tales manifestaciones pudieran hacerse públicas, el capitán
del buque habría amenazado a su tripulación de dejarla abandonada en la
isla, sin cobrar, si no declaraban ante los abogados de la aseguradora su
versión oficial, prohibiendo incluso contactos con la prensa. La situación
se volvía tensa hasta que la armadora les facilitó los billetes para
volver a sus lugares de origen. Pero al encontrarse en el aeropuerto dos
de los marineros se sintieron engañados al ver que su destino no era el
prometido, a pesar de haber manifestado ante el juez lo sugerido por su
capitán.
Decidieron entonces abandonar al resto de sus compañeros
marchando a la población de Sant Climent con intención de tomar un "tren"
o un "metro" para volver a Barcelona... Y es que nadie, les había
informado de que se hallaban en una isla.
En Menorca quedó el bote de
salvamento, que fue cedido por el armador a las autoridades portuarias. Y
durante algunos años ya no se volvió a hablar más de nuestro curioso protagonista griego con bandera de
Honduras, ni de las extrañas circunstancias que concurrieron en su
misterioso hundimiento.
Pasaron dos años y la compañía aseguradora,
que aún no había indemnizado al armador, retomaba nuevamente el caso y
encargaba a una empresa especializada el rastreo de la nave mediante un
minirobot teledirigido (manejado desde la superficie, como se hiciera con
el pecio del "Titanic").
Parece ser que la operación resultó un fracaso,
puesto que el cordón umbilical del citado aparato se enredó en los restos
del buque y costó un gran esfuerzo volver a recuperarlo. Parece ser que,
finalmente, el seguro pagó la indemnización. Sin embargo, a fecha de hoy,
la empresa que realizó el peritaje en Barcelona antes de que el carguero
zarpara no ha cobrado ni un solo céntimo de sus honorarios, que debía de
percibir de la armadora que, por cierto, también ha desaparecido de la faz
de la tierra.
Y llegamos a primeros de junio de 1998, cuando el equipo
de buceadores formado por el Grupo de Actividades Subacuáticas de "Amics del Museu de
Menorca" y el "Centro de Medicina Subacuática", es convocado como soporte
médico y técnico para cubrir la exploración que el equipo de la escuela de
submarinismo sita en Cala en Bosch, "Crystal Seas Scuba", y los
componentes de "Deep Blue", un grupo de buceadores ingleses expertos en
inmersiones profundas, había organizado para visitar los restos del pecio.
Tras explorar meticulosamente la zona con un magnetómetro pudo ser
exactamente situado su casco, tras lo cual fue convenientemente balizado,
sobre un fondo próximo a los 100 m.
Para el descenso fueron utilizadas
mezclas de gases, en las que el helio sustituye al nitrógeno del aire. Se
ensayó igualmente un sistema de transmisión entre el barco de apoyo y los buceadores mediante
hidrófonos, al igual que un equipo muy sofisticado de respiración en
circuito cerrado que permite, filtrando el aire exhalado por el propio
buceador, reinhalarlo y así aprovecharlo al máximo.
Así se consiguió
alcanzar la cota del puente de gobierno (-90 m.) y observar la bandera del
buque y sus cuadernos de bitácora, revisar el estado del casco, ya
colonizado por múltiples formas de vida, y poder valorar su estado y
condiciones. Pudo comprobarse que el tremendo impacto del barco contra el
fondo había quebrado la proa con respecto al resto del casco.
La pesada
carga que llevaba a su interior había actuado como "ariete", aumentando
considerablemente la fuerza del impacto contra el fondo, al propio tiempo
que se llevaba por delante todos los mamparos y compuertas que iba
encontrando a su paso, con el consiguiente destrozo y eliminación de posibles pruebas.
Dos meses después,
Guido Pfeiffer y su compañero Claudio Corti, que ya conocían la posición
del barco al haber sido informados por una barca de pesca de Ciutadella,
la "Curniola", de los hermanos Canals, al haber prendido sus redes en una
enorme masa que la sonda dibujaba como el perfil de un buque, llevaron a
cabo la inmersión en la que se realizó el reportaje fotográfico que aquí
presentamos.
Guido mantiene sus dudas de que el barco fuera hundido
voluntariamente, pues a escasa distancia el fondo pasa a tener 120 m, para
caer rápidamente a profundidades abisales de casi 3.000.
De su observación
directa describe al mercante como "en perfecto estado para la navegación",
tal es la sensación que da visitar el puente de gobierno, con el timón, el
radioteléfono, el barómetro... casi en estado de revista. Incluso, la mesa
de cartas conserva libros y portulanos aún legibles.
El barco permanece
ahora en silencio. El misterio de la causa de su hundimiento muy
posiblemente no se desvelará nunca, pero su destino, al igual que lo
hicieran anteriormente otras muchas embarcaciones, ha pasado ahora, de ser
alojamiento de mercancías a convertirse en vivienda de peces y crustáceos,
porque la profundidad en que se encuentra exige un equipamiento técnico y
humano exquisito, tal, que no es probable que sea nunca objeto de expolio.

© Alfonso Buenaventura
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