La mayoría de la gente piensa que la práctica del buceo
es sumergirse en un paraíso silencioso, rodeado por la belleza de la Naturaleza y
disfrutar de la sensación de ingravidez, pero un estudio reciente efectuado en los
Estados Unidos por Morgan dió como resultado que más de la mitad de los buceadores
había experimentando un episodio de pánico o ansiedad, por lo menos, a lo largo de toda
su experiencia.
En los casos estudiados, el ataque de pánico fue iniciado por algo que una persona no
buceadora juzgaría como serio: enredarse en un aparejo de pesca perdido, detectar un
funcionamiento defectuoso del equipo o la visión de un tiburón.
El pánico es una reacción instintiva que, en condiciones normales, nos pone a salvo
del peligro, pero bajo el agua ésto no mejora las cosas, puesto que pueden producir una
conducta irracional y peligrosa.
Si los buceadores e instructores estuvieran más y mejor informados del fenómeno,
podrían proteger a las personas susceptibles de estos ataques de pánico, peligrosos para
la vida del que los sufre y, a veces, para sus compañeros.
La principal causa de los accidentes fatales en la práctica del buceo, con un 60% de
todas las muertes, es el ahogamiento. Éste viene provocado por problemas específicos
como la falta de aire, el enredo (en redes de pesca, cabos o algas marinas), la embolia
gaseosa, la narcosis y el pánico.
En el estudio de Morgan, más de la mitad de los submarinistas informaron que habían
experimentado pánico o episodios de ansiedad en una o más ocasiones. El pánico era
significativamente más alto en mujeres (64%) que en hombres (50%), pero más hombres
(48%) que mujeres (35%) tuvieron la sensación de que esta situación amenazaba su vida.
Los ataques de pánico no se restringen a los buceadores novatos; a veces los
submarinistas experimentados, con centenares de inmersiones registradas, se ven acosados
por el pánico sin ningún motivo claro.
Se piensa que en tales casos el pánico ocurren porque los buzos pierden vista de
objetos familiares, se desorientan y experimentan una clase de suspensión del sistema
sensorial. Este problema recibe el nombre de "muro azul". Entre los buceadores
inexpertos hay, normalmente, una causa clara identificada como desencadenante del ataque
de pánico, como la pérdida de aire o la aparición de un tiburón.
Los síntomas de pánico se muestran claramente cuando un submarinista se comporta
irracionalmente. Normalmente hay un importante estímulo previo y que es el responsable de
esta conducta, como la súbita aparición de un tiburón, la pérdida de visibilidad, la
pérdida de aire, el enredo en un arte de pesca, o cualquier incidente inesperado que sea
percibido por el buzo como una amenaza a su integridad.
La atención del buzo se concentra en el problema y pierde la habilidad de controlar
sus reacciones, olvidándose del entorno que le rodea. Por ejemplo, si aparece un problema
con el regulador de aire, la falta de aire puede hacer que el buceador ascienda a la
superficie lo bastante rápido como para sufrir una embolia gaseosa (burbujas de
nitrógeno en el torrente sanguíneo) que puede ser fatal. Esto sería considerado como
una respuesta de pánico si el buzo tuviera otras opciones de seguridad, como el acceso a
una botella de reserva, o bucear con compañeros que podrían compartir su suministro de
aire y permitir así una ascensión gradual.
Hay algunas situaciones en las inmersiones que obviamente favorecen los episodios de
pánico, como los casos de fallo del equipo, cuando aparece vida marina peligrosa (p.e.
tiburones), cuando hay una pérdida de orientación en una cueva, bajo el hielo o buceando
de noche, y así sucesivamente.
Bucear con un equipo defectuoso o inadecuado, o en situaciones de alto riesgo, tienen
un mayor potencial para que se den episodios de pánico. Estos problemas pueden prevenirse
o minimizarse mediante un entrenamiento adecuado.
Hay una variable psicológica conocida como "rasgo de ansiedad" que se
considera como un estado o rasgo de la personalidad del paciente, teniendo en cuenta que
el estado de ansiedad es circunstancial o transitorio. Los estudios revelan que puede
predecirse claramente que las personas que puntúan alto en este parámetro tienen mayor
probabilidad de sufrir un ataque de pánico al bucear, y por tanto corren mayores riesgos,
que las personas que puntúan normalmente.
Las personas con accesos de pánico en situaciones comprometidas probablemente no
deberían bucear, ya que los remedios tales como la retroalimentación biológica, la
hipnosis y la relajación no han sido eficaces para reducir las respuestas de ansiedad
asociadas a los ataques de pánico.
La investigación psicológica ha mostrado que la hipnosis es eficaz al relajar al
buceador, pero tiene el efecto secundario de aumentar la pérdida de calor corporal del
buceador. La relajación puede, curiosamente, llevar a graves episodios de ansiedad y
pánico en aquellos individuos muy ansiosos (un fenómeno conocido como "ansiedad
inducida por la relajación", "relaxation induced anxiety" o RIA en
inglés). Aquellos individuos con un historial de ansiedad y episodios de pánico
deberían ser identificados durante el curso de buceo y advertidos de los riesgos
potenciales.
Los buceadores deportivos no suelen conocer bien los riesgos y peligros que entraña la
práctica de este deporte. Desde 1970, el número de muertes anuales de buceadores en
EE.UU. pasó de 66 a 147. La gravedad real del caso queda enmascarada por varias variables
desconocidas y tiene que ver con el número total de buceadores.
Primero, el número total de submarinistas en activo es desconocido. Las estimaciones
van de 1,5 a 3,5 millones sólo en los Estados Unidos y, por consiguiente, las
estimaciones de riesgo válidas, empleando métodos tradicionales, no son posibles. La
proporción de muertes en accidentes de buceo va de 2-3 por 100.000 a 6-9 por 100.000,
dependiendo del número de muertes y de la estimación del número de buceadores activos
en un año dado.
Segundo, la mayoría de los estudios de muertes de submarinistas definen a un buceador
como alguien titulado como tal. Esto presenta problemas (a) cuando un individuo bucea sin
estar titulado, (b) el buceador está titulado pero nunca bucea y, (c) el individuo posee
25 títulos de niveles avanzados (con el resultado que dicho buceador aparece en las
estadísticas como 25 personas diferentes).
Tercero, el riesgo estimado para esta actividad no considera el hecho de que hay gente
que bucea una vez al año y que es tratada estadísticamente de la misma manera que un
buceador que hace varios cientos de inmersiones al año.
El riesgo de accidentes de submarinismo "no-fatales" es también difícil de
evaluar porque no tenemos datos válidos sobre el número de buzos activos o una
estimación del grado de dedicación o exposición. Sabemos que se da tratamiento para el
síndrome de descompresión y la embolia gaseosa a unos 600-900 buceadores cada año, tan
solo en EE.UU.
En 1993 se trataron 958 casos de síndrome descompresivo en EE.UU. Sin embargo, este
número no incluye a los buceadores que sufrieron el síndrome pero no buscaron
tratamiento, ni a aquellos que buscaron tratamiento descompresivo pero que tenían un
problema diferente
Además, cada año ocurren una amplia gama de incidentes, como problemas
cardiopulmonares, episodios de casi-ahogamiento y lesiones musculares y traumatológicas.
Se desconoce qué proporción de estos problemas no son jamás comunicados.
No se habla del pánico ni de la ansiedad en las guías de instrucción distribuidas
por las agencias de buceo. El tema del pánico, así como los problemas que se pueden
tener bajo el agua como consecuencia de un episodio de pánico, ni siquiera es comentado
en los manuales de buceo para los alumnos. Sirva este artículo para ponernos sobre aviso.